martes, abril 23, 2013

La esperanza de los partidos políticos alternativos

La política que practican los cuatro grandes partidos nacionales, PP, PSOE, UPyD e IU, me produce un profundo desasosiego. Evidentemente no son todos iguales y, la de unos más que la de otros. En ese sentido entiendo como nadie que un movimiento como el 15M se declare apartidista: la vuelta de tuerca en la revolución democrática española, apriori, no necesitaba partidos políticos, lo que demandaba era que los que YA hay funcionen bien. Crear conciencia ciudadana en general, y en los políticos, para que hagan suyas las reivindicaciones de "la calle".

El activismo 15M tiene, en ese sentido, una naturaleza muy diferente al que se hacía en tiempos de Franco: entonces lo revolucionario era militar en un partido, clandestino, claro. Ahora, todo lo contrario. Sin embargo, creo que los activistas 15M tenemos que darnos cuenta que el tiempo de solo debatir en la calle ha terminado y tenemos que pasar a la acción. Algunos ya lo han hecho, desde mi punto de vista de manera equivocada: convocando escraches y tratando de "asediar el Congreso". Muchos otros, entre los que en cierto modo me incluyo, estamos pidiendole a gritos a los partidos que escuchen al 15M, para participar dentro de ellos.

Pero participar en los cuatro partidos grandes sólo tiene sentido si comulgas totalmente con la línea política de las cúpulas, o si estás dispuesto a prostituir tu pensamiento libre por un "bien mayor". Creo que podemos aspirar a algo mejor. El 15M, en el cual comencé mi activismo, me enseñó que todos y cada uno de los que estaban en la plaza acababan teniendo algo importante que decir. Esa filosofía de escuchar a los demás, debe ser exportable a los partidos políticos, haciendola compatible con un sistema de delegados sensato y práctico, pero a fin de cuentas, algún sistema con el que los afiliados y simpatizantes sientan que se les tiene en cuenta.

Los partidos vecinales y las iniciativas de democracia electrónica tienen ante sí una gran oportunidad para canalizar todo ese activismo "de calle" hacia la política activa. La imagen de la política está realmente dañada, con que el esfuerzo de esos partidos debe ser TRIPLE. Los partidos independientes repartidos por toda España tienen ante sí el reto -y la oportunidad- de trabajar codo con codo con todos esos activistas apasionados y pacíficos que tienen ideas y están deseando ser escuchados.

Oportunidades hay tantas como queramos ver. A mí, personalmente me llenó de esperanza el anuncio de CAPI de presentarse a las europeas, esto es la confederación de partidos independientes más grande de España, aunque partidos independientes hay por todos lados. El anuncio es del 8 de abril, con lo que hay que darles tiempo para que definan un programa. A mí de momento me gusta lo que me estoy encontrando. Ahora bien, creo que sus posibilidades pasan por ser capaces de entonar una voz propia. Por no convertirse simplemente en el hermano pequeño de Revilla o de Rivera. Que si después esos pactos son viables, adelante: pero esa voz propia es necesario entonarla. Una voz propia a partir de la cual sean, primero capaces de seducir a buena parte de esos activistas a los que me he referido, con un movimiento realmente transversal, ciudadano y sin sectarismos hacia nadie; pero ante todo que en su programa electoral se vean reflejadas las prioridades reales de la ciudadanía.

Por ejemplo, con el tema de los desahucios, hay partidos que apoyan los escraches, otros que no lo hacen, pero a fin de cuentas, entre tal cortina de humo ningún partido con vocación de representar a una gran mayoría habla de cambiar la legislación sobre los pisos vacíos. Ninguno pone propuestas encima de la mesa, porque les va bien así: IUPyD crecen ambos criticandose el uno al otro, y gracias al desgaste de PPSOE, ¿para qué esforzarse? ¿para qué arriesgar?

Tanto los partidos independientes como las inciativas de democracia líquida tienen ante sí la oportunidad de crecer si son constructivos, si al final del proceso de elección de representantes hay propuestas ambiciosas y realistas con las que la ciudadanía se sienta identificada, pero ¿a qué estamos esperando?

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