jueves, febrero 07, 2013

La innovación bien entendida

Esta crisis económica es un problema objetivamente complejo. Es posible, sin embargo, que tanto el ruido mediático provocado por escándalos paralelos, como el fracaso colectivo a la hora de identificar los problemas y ponerlos en orden de prioridad, hagan todo esto más complejo, si cabe. El niño que llevo dentro no deja de asombrarse de cómo hace ya tiempo que vivimos en una suerte de futuro distópico hecho realidad. Somos capaces de erradicar enfermedades, de enviar cacharros no tripulados más allá de nuestras fronteras (ya sean drones o sondas espaciales), sin embargo, estamos fracasando estrepitósamente como comunidad. Somos capaces de hacer tantas cosas ya...

Hablando así, a lo bruto, digamos que sobran científicos y que faltan políticos. - Pero, ¿qué barbaridad es esa?  - Es que, dicho así... sobran científicos de los que desarrollan armas, y todos aquellos cuyas investigaciones no mejoren la vida de la gente. A ver, a ver, no seamos demagógicos, que el desarrollo de nanotecnología para ir a Marte puede ser perfectamente aprovechable para el campo de la medicina. Es un ejemplo.

Y faltan políticos. Faltan políticos vocacionales. Chorizos, sobran todos. En España tenemos casi medio millón de políticos. Tenemos una ciencia sobrevalorada y una política en horas bajísimas. Ni la ciencia sirve SIEMPRE para mejorar la vida de la gente, ni la política para dificultarla. Sin embargo estudiar carreras de ciencia suele dar prestigio intelectual, y si estudias políticas o sociología no.

De la política suele hablarse siempre largo y tendido, pues es muy fácil hacer una crítica del sistema político y proponer soluciones. Empezando por las listas abiertas. Hay que desalojar de la política a todos aquellos que no miran por el interés ciudadano. Y eso sólo puede decidirlo el ciudadano. Hace falta hacer muchas cosas, empezando por listas abiertas y continuando con medidas encaminadas a seguir muy de cerca lo que hacen los representantes públicos, a que los ciudadanos emitan juicios públicos al respecto de su profesionalidad. Pero ese no es el tema que ahora nos ocupa. Metámonos en terreno pantanoso y hablemos de ciencia.

Y hablemos claro: necesitamos una ciencia fuerte. Una ciencia cuyas inversiones públicas para el I+D encaminadas a mejorar la vida de la gente. Para ello hace falta que en esas inversiones públicas no se inmiscuyan ni los políticos, ni los empresarios. Los primeros, porque no suelen entender de ciencia. Sólo entienden de popularidad y quieren proyectos cortos, si pueden durar no más de los 4 años de legislatura, mejor. Los empresarios igual, quieren resultados. Resultados empresariales más allá de mejorar la vida de la gente o del medio ambiente. Si una empresa presume de invertir una millonada en I+D, pero lo que hace es fabricar productos diseñados para que duren no más de dos o cuatro años. Ese I+D NO es innovación.

Hay que invertir mucho en I+D, pero en I+D "del bueno". Unas inversiones al I+D independientes de políticos y empresarios. Tendrían que ser los propios científicos, e incluso la ciudadanía mediante experciencias de "presupuestos participativos" los que decidan adónde deberían ir esos fondos. Los ciudadanos son los que saben lo que les falta, la sea salud o aparatos que funcionen coreectamente y no se rompan. Y son los científicos los que tienen la capacidad de contribuir a mejorar la vida de la gente con sus investigaciones. Esto es lo que hay que potenciar. Es la piedra angular del progreso humano.

A partir de ahí, lo que necesitamos son políticos que respondan con medidas acordes con la realidad sociológica. Tener la valentía de poner en marcha medidas que compensen las injusticias que provoca el libre mercado. Empezando por una política fiscal adecuada. Adecuando la duración de la jornada laboral a los nuevos tiempos, en los que el trabajo acaba por concentrarse en "pocas manos". Dejando hacer a los científicos, que son los que DE VERDAD tienen capacidad para mejorar la vida de la gente.

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